Mujer de izquierda

Freddy Rodríguez

Cuando uno anda con las orejas pegadas a la cabeza, inevitablemente se expone al riesgo de escuchar sandeces. Asumiendo el riesgo de ser acusado por linchamiento mediático, norma perversa e irracional aún vigente en la Ley de Comunicación (la joya de la corona de la legislación intimidatoria del correísmo y sus secuaces), me veo en la necesidad de referirme a semana seguida a la señora María Alejandra Vicuña, segunda exvicepresidenta del régimen del Licenciado (asumo que, a estas alturas, la renuncia fue aceptada por aclamación en la Asamblea). La señora Vicuña, al dar a conocer su renuncia, siguiendo el libreto de los seudo izquierdistas de aquí, allá y acullá sorprendidos en actuaciones non santas, afirmó que existe una especie conspiración en su contra, entre otras razones, “porque soy mujer y porque soy de izquierda”, dijo. Pues no señora Vicuña: no se la investiga por ser de izquierda, y menos aún por ser mujer. Si usted, señora Vicuña, es de izquierda, es su derecho, aunque uno siempre duda de esas afirmaciones categóricas, que rayan en el fanatismo, ya que en muchas ocasiones hemos visto a radicales izquierdistas irse muy orondos de vacaciones a los infiernos imperialistas, a Las Vegas o a Miami, a disfrutar de los placeres triviales y mundanos que tanto dicen aborrecer. Tampoco se la “persigue” por ser mujer, y su sofisma en ese sentido no es más que un recurso sensiblero y barato, para tratar de colocarse en el papel de víctima que, dicho sea de paso, no le sienta nada bien. Parafraseando a su excompañero de lucha en el anterior Gobierno, el inefable Dr. Alexis Mera, usted podría haber afirmado, por ejemplo, que depositar los “aporte voluntarios de los militantes” de su movimiento ABA en su cuenta personal fue un “error de buena fe” (¿acaso hay errores de mala fe?), pero hasta el día de hoy no conozco que haya presentado documento alguno sobre la utilización de los recursos, o que haya oportunamente rendido cuentas a la militancia y al país sobre el destino de los dineros depositados, que la ley dispone que únicamente podrán recibirlos las organizaciones políticas legalmente reconocidas. No insulte nuestra inteligencia, señora Vicuña.