Monstruos con un solo nicho

Daniel Marquez Soares

En estos tiempos, pensadores y científicos se dedican a especular sobre los efectos transformadores que las nuevas tecnologías tendrán en nuestro mundo. Mejoramiento genético, inteligencia artificial o nuevos materiales son algunos de los principales temas en los que centran sus conjeturas y profecías. Elucubran mucho acerca de cuánto cambiarán el mundo laboral, la demografía o el medio ambiente, pero también han empezado a abordar la transformación de la administración pública, la política y los políticos.

Los análisis recientes vienen barnizados de decepción y pesimismo. Hace una década, sobre todo tras la crisis de 2008, la corriente de pensamiento dominante apuntaba al inevitable surgimiento de una tecnocracia infalible. Se suponía que, a estas alturas, estaríamos gobernados por una casta de iluminados, incubados por la facilidad de compartir información de calidad a bajo costo y auxiliados por los algoritmos y la abundancia de datos de la actualidad.

Se suponía que, aunque poco democráticos, serían insuperablemente eficientes. Pero no ha sido así. El mundo, al contrario, ha tenido que presenciar cómo un pelotón de payasos, armados apenas de lengua larga, pocos escrúpulos y testosterona mal administrada, se apodera de la política mundial.

En su libro sobre la cuarta revolución industrial, Klaus Schwab, el creador del Foro de Davos, confesaba su miedo de que los cambios tecnológicos hicieran que muchas personas capaces se rehusaran a ocupar cargos de poder. La falta de privacidad, el hiriente escrutinio a manos de ignorantes y el caos de una esfera de opinión pública sin regulación privilegiarían la participación de narcisistas amantes de la atención, el corto plazo y la pelea.

En ese sentido, el futuro de Ecuador resulta aún más preocupante. Todo país genera un pelotón de inescrupulosos, codiciosos y narcisistas, pero en nuestro país la política es el único nicho en el que pueden desenvolverse. Ojalá alcancemos a generar una industria financiera, deportiva o del espectáculo en la que puedan lucrar y volverse prominentes; caso contrario, esos monstruos seguirán orbitando los puestos de poder.

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