Audacia vs. Prudencia

Nicolás Merizalde

Es el fin de una era. La despedida de Angela Merkel inaugura un proceso histórico de su evaluación como líder, como estadista e incluso como ser humano. Evidentemente, solo el paso de los años nos permitirá juzgarla con más tino y precisión. Pero por el momento me parecen destacables algunas cosas de su personalidad y su trabajo que no han dejado a nadie indiferente.

Ha llegado a ser la mujer más poderosa del mundo. Quiso hacer de Europa una orquesta refinada que pueda mantener una sola melodía y un buen compás, pero se le desbarataron algunos músicos y otros hasta han empezado a retirar las tablas para dejarla muy disminuida. Merkel ha sido dueña de un estilo que solo una mujer de su nacionalidad podría brindar. Dueña absoluta de sus éxitos y sus garrafales tropiezos, jamás dejó que el escándalo o el escarnio de la población y la prensa le llegaran muy dentro. Porque, aunque no puedo evaluar su gestión como exitosa si puedo destacar su particular manera de manejar un barco que se hunde, con mucha prudencia.

Leí que había dicho que debido a que los políticos tienen que enfrentar tantas dudas, se encuentran en la obligación de revisar cuidadosamente sus respuestas. Si solo esta recomendación fuese retenida por nuestra clase política, que cada vez tiene menos clase y contención ganaríamos mucho. Nuestra triste política del espectáculo no permite que discutamos los temas que de verdad importan con la debida seriedad, profundidad y frialdad que ameritan. Todo debe estar reducido a rabietas y querellas de un país que no rebasa las discusiones entre pelucones, borregos, gallos y toreros y concentra todo en peleas de recreo que no nos hacen ningún bien.

El Papa ha dicho que un líder necesita audacia y prudencia. Creo que la falta de la primera se compensa y la de la segunda se paga con creces porque solo trae descalabros.