Termina 2018 con herencia de deudas

ATILIO RUGEL ALBÁN

Si nos pusiéramos a recopilar los desaciertos que deja la década perdida, tendríamos para escribir algunos libros que resultarían el peor veneno que lastima el consciente de los seres humanos. Desde niños educan al hombre para ser competitivo, apto, brillante en el marco de una sociedad materialista e individualista; esto es, que no nos educan para ser nosotros mismos, ni ser felices. Entonces, la moral se va por los suelos y solo nos enseña a fingirnos desde el qué y cómo deseamos pensar y sentir lo bueno y lo malo, la forma de comportamiento y qué es políticamente correcto y qué no lo es.

Pero sucede que personas que obtienen tantos diplomas y doctorados en Honoris Causa, nos reflejan que son producto de palanqueos, porque se equivocaron quienes los concedieron con excesiva bondad. Esto le marca a las personas estereotipos y patrones de conducta, que no solo los cuestionan, sino que terminan apartados y estigmatizados por el entorno que les rodea. No es posible que un país pequeño con tantos recursos naturales que nos da la madre tierra, junto a inmensos océanos y ríos, mordamos la pobreza por la desfachatez y manera perniciosa de administrar la cosa pública. Se contagiaron de la fiebre del dinero y perdieron la capacidad para decidir y cambiar.

Nos dejan un país lleno de deudas a pesar de que el petróleo ha experimentado una mejoría en su precio por barril; pero esto no nos alcanza y el presupuesto solo sirve para cubrir millonarias deudas, porque los iluminados de la maldad nunca ajustaron los principios de gobernabilidad a la realidad. Con tanto dinero robado por los que se han llenado los bolsillos de manera fácil, si supuestamente los lográramos rescatar a lo que se sumarían los grandes capitales que reposan en bancos de otros países, no solo que cubriríamos la deuda externa que se ha multiplicado en los últimos años en más del 300%, sino que quedaría capital para hacer obras que tanta falta hace para una mejor forma de vida.

Imitemos la manera con que se aplica la justicia en otros países, donde se sanciona sin medir condición social ni económica; ejemplos tenemos varios y solo es cuestión de decisión. Hay que quitarse el disfraz y ser más puros y limpios en nuestras acciones.