Un can esperó a su dueño bajo la nieve durante seis meses

REALIDAD. No permitía que lo movieran y soportó hasta los 30 grados bajo cero. (Foto: The Siberian / Daily Mail)
REALIDAD. No permitía que lo movieran y soportó hasta los 30 grados bajo cero. (Foto: The Siberian / Daily Mail)

lapatilla.com

Alrededor de 6 meses pasó un perro en una parada de autobús en Siberia esperando el regreso de su dueño. Cuando fue abandonado en una carretera de Mametkino, un pueblo a más de 2.500 kilómetros de Moscú, en esa remota región aún era verano. Pronto llegó el furioso y mítico invierno siberiano, con temperaturas por debajo de los 30 grados centígrados, y el can se mantuvo allí, a la intemperie, publica semana.com.

Pronto, este atrajo la atención de los locales, según reportó el Daily Mail, que reconstruyó esta historia.

Los vecinos percibieron que casi lo único que lo alteraba era el paso de carros de color gris por la carretera, de por sí tan vacía que no era fácil encontrárselos. Cuando veía uno de esos, el animal se emocionaba, por lo que los pobladores concluyeron que su antiguo dueño tenía un vehículo de esas características.

Los habitantes de Mametkino intentaron llevarse al perro a sus casas, pero él se enfurecía y lo impedía. Por eso, se limitaron a dejarle comida y lo apodaron ‘Hachiko’, en honor a una fiel mascota japonesa que, dice la historia, esperó 9 años a su dueño, quien ya había fallecido.

En otoño, cuando las temperaturas empezaron a bajar, los locales le pusieron una casa para sabuesos, pero el animal prefirió seguir acostándose en la paja. Cuando llegó el invierno y la nieve cayó sobre la región, la preocupación de todos aumentó. La temperatura era de hasta 30 grados bajo cero, que la comida que le dejaban se congelaba antes de que pudiera ingerirla.

Ante las nuevas circunstancias, los medios rusos contaron la historia del perro y una patrulla de rescate animal viajó hasta la región para hacerse cargo. Sin embargo, el ‘Hachiko’ ruso no confiaba en ellos y no permitía que se le acercaran. Los rescatistas intentaron jugar con él y le pudieron poner una manta para protegerlo del frío severo. Así lograron que fuera más amigable.