CARLOS CONCHA JIJÓN
Son una exigencia de la naturaleza humana, porque todo evoluciona desde la materia hasta el pensamiento, todo está direccionado entre el ir y el devenir, que sirven para determinar el eterno movimiento de cambio y superación. Sin duda, que los cambios sociales no se pueden tocar ni están sujetos a mediciones, sin embargo, tienen un direccionamiento de superación, en donde encontramos un valor moral que constituye el cumplimiento del deber acorazado por la dignidad, que no necesita de ningún tipo de recompensa, pues, la recompensa es vana y diluye el contenido moral.
El valor moral es el único acicate que permite a la vida saborear el sacrificio por la Patria o los principios básicos de una doctrina, que conducen a la persona a elevarse a la glorificación, sin que ésta represente una búsqueda, ni expresión vanidosa, que abraza el egocentrismo.
Esta moralidad demostrada en determinados actos, no representa un plan preconcebido, sino que es la dignificación, en el perfeccionamiento de una categoría moral, rompiendo el tradicionalismo perpetuado en las sociedades, que muchas veces están adormecidas, por un amodorramiento preñado de impavidez.
La perfección en las sociedades es una búsqueda eterna, por encima de cualquier obstáculo que se presente, dejando atrás gastados principios ético-morales que fueron virtudes en un momento dado y que por la dinamia intrínseca del universo, van quedándose agotados en el tiempo.
Llega entonces el momento de la sociedades del mundo, que debe confiar en determinados ideales, para optar por una sana renovación, olvidándose de los prejuicios tradicionales y de normas de moralidad hasta cierto punto caducas, para encontrar un cambio positivo, dirigido sobre las bases de nuevos ideales y con la mirada puesta en el horizonte, para regar las semillas que germinarán formando un bosque esperanzador, productor de frutos positivos, con el empuje incontenible de liderazgo de una juventud pujante llena de energía liberadora.