Asesinos y ternuritas

Carlos Freile

Si es que se llegase a aprobar el nuevo proyecto de ley, una mezcla de aguacates con pasillos, los ecuatorianos nos habremos convertido en unos monstruos de mala novela; por un lado asesinos de personas no nacidas, por otro protectores de animales maltratados. Esto a pesar de que la Constitución vigente garantiza la vida desde la concepción. Solo quedará, a la larga, garantizada la integridad física de los gatitos, perritos, loritos, rinocerontitos, pero no la de los seres humanos no nacidos, ahora con restricciones, “solo en tal y tal caso”. Pero la experiencia de otros países enseña que siempre se comienza con los casos contemplados en el proyecto, luego, poco a poco, se amplían las causales para el aborto, hasta que al final, se llega al extremo de aprobar el aborto “post parto”, en palabras claras, el infanticidio. Y después vendrá la eutanasia, paso a paso, con el justificativo de la compasión y del buenismo, como pasa hoy.

Este proceso gradual de ampliación de permisividad de ciertas conductas consideradas reprochables por la sociedad y que se convierten en toleradas, luego en aceptadas y por último en impuestas, se conoce con el nombre de VENTANA OVERTON, del apellido de su inventor Joseph P. Overton. Nunca se proponen de inmediato las medidas más extremas, pues causarían rechazo instantáneo y mayoritario de la población; es preciso ir con calma, como cuando se abre poco a poco una ventana, primero se puede ver un pequeño fragmento del paisaje, luego uno mayor, hasta que la vista es completa. El proceso suele durar años, pero las fuerzas, económicas e ideológicas, que sostienen el plan son pacientes, para ellas cuarenta o cincuenta años no son nada.

En el trámite de la aprobación de la ley, varios miembros de la comisión (todavía no sé qué pasará en el pleno) se abstuvieron; frente a la vida humana no sirven medias tintas, que esos asambleístas sepan dar la cara con valentía, traten de impedir que nos volvamos un pueblo de asesinos y ternuritas; sobre todo porque aún no llegamos al fondo del abismo.

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