Barbarie 2

Freddy Rodríguez García

Hace menos de tres meses, en el mes de octubre del año que acaba de concluir, me referí, con este mismo título, a los terribles acontecimientos ocurridos en la parroquia Posorja del cantón Guayaquil, en donde una turba enardecida se tomó “la justicia” en sus manos, y asesinó a tres presuntos delincuentes, por un equívoco hecho relacionado con un presunto secuestro de unos niños. Hoy, la barbarie se repite, y nos toca más de cerca. En una parroquia rural de nuestro cantón, Constantino Fernández, igualmente una turba arremete contra dos personas que presuntamente estaban robando un vehículo, forman una hoguera dantesca, causándole la muerte a uno de ellos, y gravísimas quemaduras al otro, que por milagro logró escapar. Hoy, como en octubre, me vuelvo a preguntar: ¿Qué nos pasa? ¿A qué grado de descomposición social estamos llegando? “Existe desconfianza total en la justicia”, utilizan como muletilla aquellos que, directa o veladamente, pretenden justificar o explicar un hecho de por sí injustificable. Nada justifica que una persona o un grupo de personas pretendan atribuirse la calidad de “jueces” y, prevalidos del anonimato que les confiere la muchedumbre irracional, “juzgar y sentenciar” al presunto delincuente, negándole obviamente sus derechos constitucionales y legales al debido proceso y a la defensa y, para que la irracionalidad sea absoluta, aplicándole una pena no prevista en nuestro ordenamiento jurídico para ningún delito: la muerte, y una muerte cruel. Me aterra, como me aterró en octubre, la reacción de mucha gente en las redes sociales, incluida la de una joven en un sondeo realizado por este diario, que justifican y aceptan como buenos hechos como los relatados aseverando, sin ambages, que está muy bien que se ajusticie a los delincuentes, porque hay que eliminarlos. Urge un trabajo mancomunado entre las autoridades judiciales y educativas, para emprender una campaña de concientización, en donde la premisa fundamental sea el uso de la ley y la razón para el procesamiento de los conflictos, de manera que los ciudadanos entiendan que la “justicia por mano propia” es una de las formas más perversas de la injusticia.