Se repite historia de títulos falsos

ATILIO RUGEL ALBÁN

Cuando las personas reconocen sus errores eso permite crecer, avanzar y mostrar ante los demás nuestra condición humana. Ser sencillos y humildes nos acerca a terceros, pero también a nosotros mismos. Vuelve a la palestra del día el tema de que autoridades de Educación ignoraron por conveniencias políticas que se otorgaban títulos falsos y que se clonaban tesis a personas que nunca pasaron por las aulas, pero que por arreglos económicos y tramposos de propietarios de establecimientos premiaron con diplomas a quienes ignoran el poder del conocimiento y peor aún la especialidad que ostentan.

Siempre me asombró ver a personas que en un lapso menor a cuatro años sacaban hasta tres y cuatro títulos de postgrados con una facilidad increíble, parecía un arte de magia que hacía pensar que poseían la vara mágica para obtenerlos, sobre todo a quienes les conocemos su capacidad de mediocres, pero se forraron de cartones que los barnizaron con una cultura superficial carente de conocimientos, seguros de que no saben a dónde están parados; todo resultado de la comercialización de la educación y porque a pesar de que se habló de meritocracia, ésta es una palabra vacía como la inmensidad del océano que hace sabios a ignorantes que apenas aprendieron a escribir su nombre.

Sabemos perfectamente que muchos cargos públicos y hablamos del Magisterio, están regulados por la entrega de dinero y otros menesteres, que los inteligentes entienden. Pero esta situación que se actualiza con lo que está pasando en Guayaquil, también se da en otras provincias y sino recordemos el caso de tesis clonadas que valían miles de dólares en las universidades y grados arreglados con la complicidad de autoridades y profesores que se repartían el botín y sin ningún escrúpulo repartieron títulos de ingenieros, abogados y hasta de médicos jugándose con la vida y la salud de las personas.

Ahora que se descubre la verdad el reclamo de los perjudicados, no tiene eco porque nadie sabe nada, debido a que fueron ciegos y ahora repiten la rastrillada frase de que irán hasta las últimas consecuencias para descubrir todo lo oculto. Qué pena por lo que pasa en la educación y como siempre he sostenido, cuando la política mete sus desnaturalizadas garras, se dan problemas reprochables. Ahora todos son inocentes y no hay quién responda por los hechos. Hay que ser valientes para ser autocríticos y presentar la frente ante los errores.