Ganas de llorar sangre…

Alfonso Espín Mosquera

Hace unos meses, la asambleísta Ana Galarza era la adalid en la lucha anticorrupción con motivo de los denominados “diezmos” de la Asamblea Nacional; hoy es acusada por su ex asistente, un tal Lenin Rodríguez, de actuar igual que su archienemiga, a quien combatió por recaudadora de fondos de los sueldos de sus empleados, la exasambleísta Norma Vallejo, quien fuera defenestrada de esa condición por ese motivo.

Francamente ya no hay con qué quedarse en el país. Si por un lado se llegan a demostrar como ciertas las acusaciones en contra de Galarza, qué defraudación, qué tristeza pensar, una vez más, que ya no hay en quien confiar y qué deterioro moral también de quien acusa, no solamente por esperar tanto tiempo, sino por jugar con Dios y el diablo, según el audio que se ha hecho viral en el que el mientras laboraba en ese entonces, con otra asambleísta que estaba también en contra de la señora Vallejo, a la vez conversaba con esta, tratándole de salvarle de sus ilícitos.

Hemos llegado a un momento en el país, en el que fatalmente se ha formado una conciencia colectiva que dice que estas prácticas inmorales, son parte de la vida en la Asamblea y por tanto como que queremos soslayarlas y creer además que la mayoría de asambleístas obran así, porque así se estila en sus labores, y por tanto hay el peligro de perdonar estas tropelías, aduciendo el tonto pensamiento de que si todos los hacen, no está tan mal.

La acción política debe ser entendida como un servicio profesional, técnico y humano con el pueblo que otorga el voto. Cuando el fin de un mandatario, en cualquier designación, está en la búsqueda del poder y el enriquecimiento, tendremos a un delincuente en potencia, listo a dar el golpe.

El país necesita un sacudón “tsunámico” para que podamos corregir el rumbo sobre parámetros serios y honestos que nos devuelvan la confianza en nuestras autoridades y representantes. No es posible que el acontecer político esté visto como una especie de “inversión,” por decir lo menos, para “cuadrarse” con fama y dinero en la vida.

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