Bendita dolarización

Juan Sebastián Vargas

Cuando el 9 de enero del año 2000 Jamil Mahuad tomó está compleja pero necesaria y acertada decisión, tuvo probablemente al 80% de la población en contra, dejar a nuestro querido y devaluado sucre para muchos fue un golpe a la herencia y a la cultura del país, pero así mismo estoy seguro que ni los más acérrimos nacionalistas cambiarían hoy en día el dólar por una nueva moneda, y es que en la práctica ni el mismo Correa con sus complejos antimperialistas pudo hacerlo, porque significaba un suicidio financiero para el Ecuador, de hecho considero que el tener una moneda fuerte ha permitido que el país no llegue a los niveles de crisis en los que se encuentra Venezuela, por ejemplo, con una hiperinflación y con una moneda que solo funciona como servilleta.

Siempre he pensado que la crisis financiera del 99 que nos llevó a la dolarización no fue culpa de Mahuad, sino que fue el resultado de las reformas en la legislación financiera introducidas en 1994 que dejaban en total libertad a los intermediarios financieros el manejo de las carteras de crédito, liberándolos de normas y controles que el Estado ejercía hasta entonces, y de esto se aprovecharon muchos banqueros para incrementar sus actividades empresariales a través de créditos a empresas vinculadas de ellos sin las debidas garantías, estos son los famosos “créditos vinculados”, esta imprudencia ocasionó en gran medida la crisis financiera, en otras palabras la verdadera culpa viene desde la administración Durán Ballén – Dahik, cabe recalcar que no a todos los banqueros hay que colocarles en el mismo saco, existen responsables e irresponsables.

Si bien el dólar nos convirtió en un país caro respecto a nuestros vecinos restándonos competitividad y también nos hizo perder el mecanismo de ajuste del tipo de cambio como estabilizador ante situaciones externas, las ventajas son más importantes, puesto que permite consolidar de cierta manera los precios y por ende controlar la inflación, genera confianza en la población, facilita el comercio internacional y sobre todo elimina la capacidad de financiar el déficit creando nuevo dinero, es decir; la brecha fiscal generada en la ‘década robada’ hubiera sido mucho mayor sin la dolarización.