Barbarie 3

Freddy Rodríguez García

Los hechos de violencia están alcanzando niveles alarmantes. La frase “somos una isla de paz”, cliché repetido por décadas, fue un escudo detrás del cual hipócritamente nos acomodamos para no ver, o no querer ver, la lacerante realidad: somos un país de gente violenta, maleducada, altanera.

¿Cómo sino explicar los horrendos actos de violencia de los últimos días, en donde la violencia machista y la descomposición social nos han mostrado la cara más truculenta de nuestra sociedad? ¿Cómo entender la violencia irracional de la que fue objeto “Martha”, y todas las “Marthas” anónimas que, por vergüenza o desprotección, no quisieron, o no pudieron, denunciar los vejámenes de los que fueron víctimas? ¿Cómo justificar la reacción primitiva de muchos hombres y mujeres que, de alguna manera, tratan de “justificar” a los infames violadores, dizque porque “Martha”, y muchas “Marthas”, son “imprudentes”, “se toman sus tragos”, “provocan a los hombres con sus vestimentas”, o simplemente “no ocupan su lugar” que, para estas mentes trogloditas, no puede ser sino la casa, “cocinando, lavando, y cuidando a los guaguas”? “Sepulcros blanqueados”, les espetó el Nazareno hace dos mil años, a quienes se daban golpes de pecho proclamando sus virtudes, y la expresión les calza hoy a aquellos que justifican la violencia, con un puritanismo digno de la edad media. ¡NO!, nada justifica que una mujer sea obligada a mantener relaciones íntimas no deseadas, y menos aún con esa dosis de sadismo que sufrió “Martha”, y que la sufren miles de “Marthas” anónimas.

Diana, víctima de un criminal infame y de la inoperancia de quienes estaban llamados a proteger su vida, muere inútilmente, y a la turba irracional no se le ocurre mejor idea que estigmatizar a todos los compatriotas del asesino, atacarlos, zaherirlos y, haciendo gala de una estupidez infinita, aullar para que se los expulse del país. Infame el criminal que terminó con la vida de Diana, pero ese criminal tiene nombre, y debe ser juzgado por sus actos, más no sus compatriotas que, en su inmensa mayoría, son personas buenas, que han huido de un déspota que también hace gala de una violencia irracional.