El español político I

Patricio Durán

Me refiero al idioma español -no al político español-. La cosa pública, la actualidad política, viene recibiendo tratamientos en el habla, desde el inicio de la “década ganada”: tecnicismos / neologismos políticos, glosa verbal / tradicional del ecuatoriano de a pie, nuevo dialecto «descodificador» de los aludidos tecnicismos, y otros “ismos”, sobre todo, el “correísmo”, rico en palabras y “frases célebres”, muchas de ellas plagiadas.

Los tecnicismos políticos se difunden a través de la televisión y los periódicos y llegan a prender en el habla, sobre todo las terminologías, casi nunca afortunadas. Así: “amor infinito”, “manos limpias, mentes lúcidas y corazones ardientes”, “insistir”. Este último verbo, a mi parecer, es creación de algunos de los últimos amanuenses de Correa que lo utilizan como muletilla. Hay que escucharlos en las entrevistas porque “insisten” a cada rato, como la Ministra de Salud, para dar énfasis a su última comparecencia a la sesión Nro. 570 de la Asamblea Nacional “insistía” a cada momento.

El “correísmo”, una circunstancia nueva, trajo un lenguaje nuevo, casi nunca bello, pero sí motivacional para las masas y, por tanto, eficaz, contra lo que digan los castos académicos de la castísima Academia. Rafael Correa y su “revolución ciudadana” inyectaron al idioma español el masculino y el femenino hasta en la Constitución de Montecristi, complicando su comprensión: ciudadanos y ciudadanas, niños y niñas, jueces y juezas, etc. Esta clase de desdoblamientos son artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico.

Correa utilizaba en sus inefables sabatinas un lenguaje machista. Denigraba a las mujeres con palabras como deshonesta, sufridora, chiflada, gordita horrorosa, etc. Su discurso era machista, sexista, discriminatorio y hasta misógino. Continuará.