La insoportable democracia

Pablo Vivanco Ordóñez

Ayer, en esta misma página, con acierto se argumentó sobre la democracia en un artículo de opinión titulado “La insoportable pesadez de la democracia”. Coincido en la perspectiva de la demonización patente contra quienes se preparan con argumentos contra la actual democracia, sin embargo, intentaré abonar ese mismo debate.

En el artículo citado, además, se piensa la democracia como el bando de las mayorías, legitimada por consensos hechos entre quienes se arrogan la razón de la sociedad entera. La configuración de la sociedad actual da pie para que pensemos también desde otra perspectiva, más acá de las mayorías, dado que la urbanización –como elemento clave de la modernidad- con sus segmentos de segregación y segmentación, provoca que las minorías se hayan disparado.

Hoy, son las minorías las que constituyen, en suma, una mayoría absolutamente heterogénea, donde queda en tensión absoluta la idea de la democracia representativa. Tenemos miedo a cualquier forma de democracia radical, más participativa, más incluyente, y eso, porque es la individualidad –de ahí la apatía, el desinterés- ese valor sublimado que ha insertado en el sentido común la respuesta de que la solución está en nosotros mismos, por tanto, desestimando la necesidad de luchas colectivas.

Milán Kundera, en su novela La insoportable levedad del ser, aduce a la levedad el efecto de que el ser humano “se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real solo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes”. Intentando una abusiva lectura política de la cita expuesta, es la levedad la que anima a que el ser humano deje de pensar en su propia condición, y por tanto, deje de pensar en el sistema democrático, a sabiendas de que ese el sistema que organiza la vida cotidiana de todos. Sí, también la corrupción, y la politiquería.

En esa levedad que nos aleja de la realidad contextual y nos sitúa más allá de lo colectivamente urgente, es el triunfo inequívoco de la forma representativa de la democracia. Nuestras carencias como sociedad también devienen de nuestra incapacidad de debatir sobre las inequitativas formas democráticas. (O)

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