Últimos tiempos…

Alfonso Espìn Mosquera

La vida y la muerte conviven en las urbes sin saber cuál sobrevive las siguientes 24 horas y, cuando llegamos a casa, al dulce especio de seguridad y descanso, la TV nos sume en las narconovelas, en las que morir o vivir depende de un “disparo”; pero, no solamente es la muerte la protagonista, la prostitución, la trata de blancas, el narcotráfico como venta ilegal de sustancias estupefacientes de todo género, son el condumio de una sociedad infamemente egoísta, detrás del poder y a costa de millones de seres humanos perdidos en la fatalidad de los vicios.

En este panorama negro y desolador nos movemos y existimos, en el mismo que los candidatos a las dignidades seccionales de marzo 2019, se rasgan las vestiduras ofreciéndonos el oro y moro; igual que los asambleístas, desde luego con honradas excepciones, se las dan de honestos, proclaman temerariamente conductas dignas, hablan de manos limpias, de sus insomnios por los pobres, olvidando o queriendo ocultar sus aberraciones, porque cuando salen a luz su reales vidas, aparecen en su verdadera dimensión: delincuenciales, petulantes y grotescamente falsos.

Vuelve otra vez la lid electoral y, como dato curioso, más del 80% de los elegibles son desempleados, lo que hace pensar que estarán a la espera de que les salga algo como alguna alcaldía, concejalía, prefectura… Vayan a querer sacar las inversiones que hacen a costilla del erario público. Ojalá sean sus capacidades y no nos pase que cantantes, deportistas, tecnocumbistas o rockoleros, se lleven los votos que pudiesen tener personas preparadas para los menesteres públicos. Ojalá no sea cierto lo que dice mucha gente: que la política actual no es para gente decente, sino para pillos.

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