Entre látigo y chancleta

Mariana Velasco

La democracia se caracteriza por un sistema de partidos, libre participación, derechos ciudadanos, pero específicamente se encuentra determinada a través de una forma de participación política: el voto. Para el 24 de marzo, 13’261.994 ciudadanos estamos convocados al sufragio.

El marketing político vende la imagen del candidato (a) y busca convencer al elector de las bondades de un programa político. Los candidatos obedecen las sugerencias para captar mayor participación política de la población joven, estrechar la brecha cultural entre los sectores capitalinos y de provincia y lograr impacto en las redes sociales. Están dispuestos a todo.

Al ser el miedo un gran movilizador de emociones por generar efectos e incidir en la conducta y comportamiento de las personas, cierta clase política acude a este artilugio como estrategia para mantener o alcanzar el poder. Hace más de una década, correa y látigo. Hoy, la chancleta.

El crear miedo con fines de control, dominación, movilización y disuasión, es una estrategia añeja de los políticos autoritarios, totalitarios o democráticos, de izquierda o de derecha. En una sociedad democrática, es de asumir que ganará el poder del individuo o grupo de personas que mejor gestione, aproveche y desarticule, las estrategias del miedo

Ironía de los políticos al utilizar estrategias proselitistas centradas en el miedo, sin considerar que el sufragio puede ser empleado por los ciudadanos, para elegir el candidato que quiere que lo represente en el ejercicio del poder o para castigarlo.

Cuando el ciudadano entrega el voto a otro de una tienda política diferente, es porque el votante percibe que su candidato es malo o lo defraudó y por ello, sin importar quién sea, decide trasladar su voto: sólo busca castigarlo, lo que repercute en la disminución de la representatividad.

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