Los candidatos y sus falacias

Patricio Durán

Los antiguos griegos eran sabios gracias a la educación y a la costumbre de cuestionar todo. Crearon la manera en que hoy vemos el mundo y el lugar que ocupamos en él. La trilogía de filósofos griegos más importante: Sócrates, el hombre como pregunta y la verdad como ley; Platón, discípulo de un gran maestro y maestro de un gran discípulo; Aristóteles, el paso definitivo en el proceso de abstracción, creían en la democracia, pero no en las elecciones. Temían que si se elegía a las autoridades terminarían en el poder los más poderosos, los más acaudalados o los más populares. Por eso no elegían a ninguna autoridad, sino que sorteaban los cargos entre quienes los aspiraban, alcanzando así el ideal aristotélico de repartir el trabajo de la administración entre todos los ciudadanos y gobernar y ser gobernados por turnos. Nadie se podía reelegir para nada.

Aristóteles, en su polémica con los sofistas –personajes que peor fama han tenido en toda la historia de la filosofía- analizó los vericuetos del razonamiento y evaluó algunas de las falacias en las que los sofistas eran maestros. En lógica, una falacia es un argumento que parece válido, pero no lo es. Algunas falacias se someten intencionalmente para persuadir o manipular a los demás, mientras que otras se cometen sin intención debido a descuidos o ignorancia. En ocasiones las falacias pueden ser muy sutiles y persuasivas, por lo que se debe poner mucha atención para detectarlas.

Hay candidatos cargados de falacias. Algunos dicen que van a conseguir financiamiento extranjero, incluso que ya se han contactado con embajadores, pero no dicen qué resultados han obtenido, si les van a dar o no el financiamiento para sus propuestas. Antes de votar debemos analizar estas propuestas y detectar las falacias con que quieren sorprendernos.