Las violadas

Patricio Durán

En lo que no han pensado los violadores enfurecidos que ahora andan sueltos por toda la patria querida, es en que nos están poniendo en un aprieto a los normales, o sea a los moderados del sexo, pues las mujeres están a la defensiva y no quieren ni responder a alguna pregunta que uno hace en la calle con total inocencia, sin querer flirtear o tener un devaneo, peor aún atacarlas sexualmente.

Uno llega a casa -agotado de vivir esta democracia asamblearia- y lo primero que lee es que las violadas fueron las que provocaron su violación porque vestían de tal manera que “invitaban” a ser violadas. Otros critican que las violadas hayan salido a farrear y beber con amigos. Todo esto deben sufrir las víctimas, a más de la incomprensión –cuando no el estigma- por parte de médicos, policías, jueces, amistades y familiares durante el curso de denuncias y juicios.

En las reuniones sociales también sale mucho el tema de las violadas. Lo tocan las señoras. Lo impresionante de esto es que los violadores –a veces- son los propios familiares: padres, hermanos, primos, y amigos de confianza. Recuerdo que, en mi juventud, cada vez más lejana, una amiga me confesó que era agredida sexualmente por su padre. Yo le dije que lo denuncie, no lo tomó bien, más bien se escandalizó y dijo que no podía hacer eso porque acabaría con su familia. Y para colmo de males, su mamá lo sabía y tampoco hacía nada. Hoy, mi amiga, está felizmente casada –es lo que aparenta-; su padre falleció hace algunos años llevándose su pecado al infierno.

Yo les ruego a las autoridades pertinentes que, dentro de la ola de terrorismo que nos invade, presten especial atención al tema de las violaciones, porque nos están abochornando por vía insospechada a los varones de vida sexual ordenada que quedamos en el país, y que ya no somos muchos, o sea.