Con caudillos no hay paraíso

LUIS COELLO KUON YENG

“En la masa, el pueblo no piensa, se somete a las palabras del líder”. Creo que con esta frase se resume todo lo que pienso y he escrito en este artículo de opinión. Pero más que líder es mejor decir caudillo, aquel individuo que personifica todas las esperanzas puestas en una sola persona que, sin lugar a dudas, ‘dará haciendo lo mejor’, lo que queremos, lo que no podemos y que lo seguimos por su alta verborrea ‘tan elocuente’, ‘tan clara’, ‘tan comprensible’, pero en la mayoría de las veces carente de un sustento lógico de cómo hacerlo y, sobre todo, gobernar sin que los fantasmas de la corrupción circunden su mente y peor aún creer que aquellos que difieren de su postura no son más que retrasados e insubordinados que están ahí para desestabilizarlo y tomar las riendas para volver al pasado de oscurantismo.

El caudillo siempre al epílogo de su mandato deja a su pueblo y a su nación en la quiebra, pero lo más triste de todo es la secuela de decesos de aquellos que salieron a protestar contra su conducta y su gobierno. Pero entonces ¿por qué los elegimos? Andrés Oppenheimer, en su libro ¡Basta de historias! dice que estamos como estamos porque siempre le apostamos al líder no de ideas, sino al de pasiones. La democracia en Latinoamérica es pasional, el pueblo no privilegia la idea al momento de elegir, lo resumo así: (populismo).

Para el sociólogo Pedro Castro de la Universidad Autónoma de México “el caudillismo tiene plena vigencia en América Latina debido a que persisten las condiciones estructurales en los campos económico, social y cultural que la han hecho posible. Su discurso y su práctica, aunados al elemento crucial de la legitimidad, da al caudillo un papel eminente y esperanzador en sectores sociales capaces de decidir, en un momento dado, el curso que seguirá la política en el país al que pertenecen”.

Según Jacobo Quintero-Touma la única forma en que se podría trabajar en América Latina para que el caudillismo no continúe, sería en educación para la democracia, educación para la ciudadanía y el fortalecimiento de las instituciones, siendo estas libres de manipulación por parte del poder de turno. Los caudillos están allá arriba porque nosotros los elegimos, nosotros les damos nuestro voto. Los Estados deben crear sitios que enseñen liderazgos con ideas de progreso, porque los partidos solo crean caudillos.

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