Una vida de lucha por los Derechos Humanos

CORTESÍA. Fotografía tomada por Catalina Kulczar Marín.
CORTESÍA. Fotografía tomada por Catalina Kulczar Marín.

La Vicepresidenta de la Corte Constitucional está feliz. Se le nota en la forma en que sonríe, o cuando dice que no podría estar más entusiasmada. Que tuvo suerte en el sorteo y le tocó una oficina con ventana. Que el Pleno es diverso en todo sentido, pero con ganas de llegar a acuerdos. Que eso los une mucho más de lo que los separa.

Pero Daniela Salazar está especialmente feliz porque siente que esto, haber sido electa jueza constitucional, es una oportunidad de subir el volumen de la lucha de toda su vida: los Derechos Humanos. “Estoy convencida de que la Corte puede generar cambios, una sociedad más justa, igualitaria, donde las personas puedan hacer valer sus derechos”.

En mayo cumplirá 40 años. Su padre es abogado y ella, desde pequeña, sintió la pulsión por las leyes. Sin embargo, lo suyo no es una cuestión de herencia, sino de rebeldía, porque su propio padre se pasó toda su adolescencia tratando de evitar lo que terminaría por pasar.

– Me despertaba cuando llegaba tarde del trabajo y me decía: ‘no te hagas abogada’. Decía: ‘no importa cuánto hayas estudiado, cuánta razón tenga tu cliente, cuántos argumentos tengas, muchas veces el que más paga sigue siendo el que gana; y es frustrante’.

Su padre, decíamos, fue socio fundador de uno de los estudios jurídicos más afamados y exitosos del país, y sus colegas, que la vieron crecer, siempre le preguntaban: ‘¿cuándo vienes a ocupar el puesto de tu padre?’. Y entonces otro acto de rebeldía.

– Nunca he querido si quiera acercarme al estudio. En esa oficina yo siempre hubiera sido ‘la hija de mi papá’ y no quise eso.

Cuando entró a la Universidad San Francisco de Quito sabía que quería ser abogada, pero fue la filosofía de Artes Liberales la que mostró el sendero.

– No fue en las clases de Derecho. Fue en clases sobre temas de América Latina donde tuve mi primer acercamiento a temas de Derechos Humanos. Con desapariciones, graves violaciones. En ese momento identifiqué mi pasión. Ahí dije: esto es lo que quiero hacer.

Su periodo en la Corte puede durar tres, seis o nueve años y la respuesta sobre lo que hará cuando esto termine la tiene muy clara: “Regresaré a la academia. Extraño todos los días las aulas. Si bien yo daba la clase de Procesos Constitucionales, estar aquí va a ser como un doctorado”. (ASC)