Los indígenas de Nayón y Zámbiza alumbraban y limpiaban Quito

CAPARICHE. Era quien, acompañado de su escoba de paja, un recogedor y abrigado con un poncho, limpiaba las calles quiteñas durante el alba. (Foto: danzandinacentrohistoricoquito.blogspot.com)
CAPARICHE. Era quien, acompañado de su escoba de paja, un recogedor y abrigado con un poncho, limpiaba las calles quiteñas durante el alba. (Foto: danzandinacentrohistoricoquito.blogspot.com)

Zámbiza, situada en el noreste, y Nayón, en el nororiente de Quito, fueron importantes cacicazgos indígenas en época de la Colonia que entre sus aportes estuvo el abastecimiento de fuerza de trabajo a la capital en ese entonces.

Los indígenas de Nayón y Zámbiza eran contratados, en el siglo XIX, por el cabildo para prender los faroles de Quito, a las 19:00 de cada día, excepto aquellos en los que había Luna llena; y también para barrer la ciudad. A los primeros se les decía faroleros y los otros eran conocidos como los capariches.
El detalle del trabajo que estos personajes realizaban en Quito es contado en los recorridos mensuales que realizan miembros del colectivo Rumikuna Ñan por el Centro Histórico, interesados en difundir la historia prehispánica y reivindicar la identidad indígena.

Según explica Sophia Estévez, guía y miembro del colectivo, los datos que se tienen de estos personajes fueron recogidos, en su momento, por un diplomático estadounidense llamado Hassaurek, quien visitó Quito en la época de García Moreno, a mediados del siglo XIX.

FAROLERO. El personaje que prendía las velas colocadas en los faroles de Quito. (Acuarela de Joaquín Pinto tomada de la página de Facebook de Proyecto Kitu)
FAROLERO. El personaje que prendía las velas colocadas en los faroles de Quito. (Acuarela de Joaquín Pinto tomada de la página de Facebook de Proyecto Kitu)

Los personajes
Según el folclorista guayaquileño Juan Castro Velázquez, los ‘nayones’, que tenían la obligación de alumbrar los faroles, aprovechaban su oficio para completarlo con el comercio de velas fabricadas por ellos con sebo animal mezclado con cera.

Mientras que el capariche era un barrendero que, acompañado de una gran escoba, elaborada con ramas rústicas recorría desde las horas de la madrugada las principales calles para recoger la basura y desperdicios que los vecinos habían arrojado.

Estos personajes son ahora representados en las fiestas populares que se realizan en parroquias, pueblos y ciudades, como la Diablada, que se hace en Píllaro (Tungurahua), en los primeros días de enero de cada año.

Los proveedores
En esa época también tuvieron gran importancia los indígenas que venían desde la Magdalena, en el sur de Quito que, según información recopilada por Joaquín Pinto, eran personas relacionadas a los huasipungos, las huasicamas y a la agricultura.

La Magdalena era una zona eminentemente agrícola y sus productos eran comercializados en Quito.

Otro grupo dedicado al comercio era los yumbos, quienes recorrían grandes distancias y que muchos de ellos morían en el páramo por el frío, pero que se sacrificaban para proveer de muchos insumos utilizados en la cotidianidad de los quiteños.

“Nuestros indígenas se sacrificaban. Tuvieron un papel importante en la cotidianidad de Quito”, dice en su relato Estévez. (CM)