Una ciudad en ciernes

Pablo Vivanco Ordoñez

Los últimos 20 años, la ciudad se ha debatido entre dos modelos de gestión, dos formas de gobernar, propias pero distintas y distantes entre sí. Desde 1996 hasta 2019 la alcaldía estuvo dirigida únicamente por dos alcaldes elegidos en las urnas. El Palacio de Carondelet vio desfilar ocho presidentes, el sillón de Mercadillo solo dos. Se mantuvieron firmes en su crítica al centralismo como apuesta de mirar lo nacional, pero siempre terminaron aliándose a él, siempre vacilaron para no quedarse a la deriva del presupuesto central. Después de todo, seguimos en una orilla incierta, ingrata.

A la postre del trance descrito, Loja no está como debería, aún con los avances que se han suscitado en esa temporalidad, faltan largos tramos para ser la ciudad que queremos. Si bien existían proyectos congruentes con sus posturas ideológicas, más que sostenerlas en la planificación y ejecución, se levantaron por sobre los intereses de la ciudad, las rencillas personales elevadas a falsa discusión política.

Cada quien con las particularidades propias de los liderazgos ejercidos, hicieron lo que creían se debía hacer, sin embargo, mientras queríamos terminar de dar un buen paso, la divagación entre quiños y empujones, nos volvía al lugar de antes. El hilo de la inmadurez política siempre halaba al punto cero.

En fin, dos liderazgos que no han sido férreamente consolidados. Han mantenido fuerza, pero no la suficiente para fragmentar del todo a la ciudadanía: síntoma de ausencia de nuevos y fuertes liderazgos que puedan enfrentarlos, así como ausencia de fuertes procesos de organización popular.

Dígase lo que se diga, esta elección también confronta los dos apellidos en cuestión; tras ellos hay siete más, sin visos de poder consolidar un liderazgo de largo aliento. Pudieron experimentar cada uno en su tiempo, curvas descendentes, pero no cayeron hasta la desaparición, ni han estado en crisis en momentos simultáneos, lo que hace más difícil una alternativa a ellos, porque no se ha saturado esa tensión, y por tanto, la llegada de un tercero excluido se hace más distante. (O)

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