Las calles de Quito se trasforman en un dulce bufé en elecciones

Las afueras de los recintos electorales se convirtieron en un bufet para quienes llegaban a ejercer el voto en el centro y norte de Quito. Incluso antes de que saliera el sol, cientos de vendedores ambulantes ya montaban sus puestos para ganar el mejor lugar a la salida de los colegios, en espera de los madrugadores que salieron sin desayuno.

Aprovechando el día soleado, los dulces tradicionales no se hicieron esperar. Los padres que acudieron con niños pequeños a votar y los golosos que buscaban el chance de pasar el antojo disfrutaron, durante horas de la mañana, una oferta variada de los mejores postres quiteños.

Dulce menú

En la calle Arenas, doña María Córdoba se instaló con un pequeño asador a preparar sus maduros con queso. Cada año, durante las votaciones, ella abandona su puesto habitual en la Antonio Ante y se dirige al colegio Mejía a probar suerte.

“Hace 25 o 27 años que hago esto”, dice y se lamenta, el rédito de su trabajo no le alcanza para cubrir sus gastos. El día empezó con pocas ventas para ella, pero, por experiencia, afirma que en la tarde hay más demanda.

Rosario Suarez y Juan Caucatoma, en cambio, escogieron las inmediaciones del colegio Rumipamba, en la avenida Atahualpa, para pescar a los votantes. Hace 20 años que Rosario recorre el sector sin puesto fijo, con su máquina de algodón de azúcar.

Ella espera recaudar entre 40 y 50 dólares con la venta del día. Rosario madrugó a votar para poder quedarse hasta el cierre a las 17:00. “Toca trabajar los días que hay trabajo”, dice.

Juan, quien vende granizado, llegó a las siete de la mañana con su carrito. Vender granizado en el parque La Carolina es su trabajo desde los 15 años. A Juan le preocupa que la lluvia le obligue a abandonar su puesto, a pesar de que al momento hace buen tiempo.

Más abajo, en la calle Rumipamba, Yadira Gurley ofrece espumilla en una ancha bandeja. Ella tiene 21 años y se dedica a esto desde pequeña. Generalmente se ubica en el parque Bicentenario, al norte de la ciudad, pero se movilizó para evitar la competencia.

En la tradición está el gusto

Casi al medio día, no hay mejor remedio para el calor y el cansancio que un helado de paila. La clientela rodea el puesto de Miguel Enríquez a las afueras del colegio Simón Bolívar. Hace cinco años que él acostumbra ubicarse en este sector durante las elecciones. Él aprovechó que “está bonito el día” para salir a vender sus helados.

En la misma cuadra, Clara Quishpe prepara emborrajados con su hija Cristina, una costumbre familiar de toda la vida. En esta ocasión, la policía municipal no les permitió ubicarse en la entrada del colegio, lo cual a ellas les parece perjudicial. Clara vende sus emborrajados en el mercado Las Cuadras desde hace 12 años. “Hoy no se ha vendido, hay mucha competencia”, afirma Cristina.

A pocos metros, Myrian Meneses ofrece a gritos empanadas de morocho, pristiños y buñuelos. Ella tiene un puesto fijo en el Centro Histórico.

Al norte de la ciudad, Juan Ramírez madrugó a las cuatro a ganar puesto en la entrada del colegio Eloy Alfaro. Él, su esposa y su hija mayor han trabajado ininterrumpidamente desde esa hora, calmando la sed de los votantes con jugos de mango, naranja y maracuyá. Además, ofrecen sandía picada, ensaladas de frutas y come y bebe.

“Aquí se vende a diario”, indica Juan, quien se traslada de lunes a viernes desde su hogar en la Magdalena, al sur de Quito. “Así es el negocio –indica-. Nosotros respetamos el puesto de venta de los vecinos”. El calor favoreció las ventas durante la jornada matutina. (AA)