Frente a las urnas

Fausto Jaramillo Y.

Desde que Webber y Marx regaron por el mundo sus ideas, occidente se acostumbró a pensar que la política puede ser una ciencia y que, como tal, puede ser analizada y vislumbrada. En base a ello proliferaron los analistas y politólogos que reducen las reacciones populares a cifras y a preferencias, convirtiéndose así en magos y shamanes del comportamiento de los pueblos.

Algunos, desde la comodidad de sus escritorios y de sus cátedras universitarias; otros desde sus empresas encuestadoras y sus computadoras de última generación, y los hay aquellos que desde su instinto, estudios y experiencia pontifican, al momento de emitir sus opiniones, sobre el comportamiento político que el votante va a evidenciar en las urnas.

Pero no, por suerte la vida es mucho más rica que aquello. La vida de cada persona y de cada conglomerado social se basa en sus propias experiencias y no en las que los analistas creen que son las que las mueve. Cada día, cada hora, cada segundo, cada ser humano asume una nueva experiencia y es en base a la acumulación de aquellas, lo que va a responder a los estímulos externos que se le presenta.

Yo creo que… yo estoy seguro que… es posible que… no creo que vaya a suceder aquello porque… según mis encuestas… según mis estudios… recordando y proyectando los resultados de las anteriores elecciones… son apenas unas cuántas formas con las que los “intelectuales” de la política, inician sus profecías. Sin embargo, a la hora de la verdad, cuando se cuentan los votos, la realidad les demuestra lo equivocados que siempre estuvieron.

Es que no todo en la vida es razón, no todo es ideología, existen pasiones positivas y negativas, existen preferencias basadas en la estética, en aspectos morales, en posturas frente a determinados problemas que afectan personalmente a los votantes y hasta en reacciones hormonales, y el ciudadano recurre a esas preferencias cuando se para frente a las urnas.

Los resultados de las últimas elecciones así lo demuestran. Los ecuatorianos han votado, usando una frase popular, por quién les ha dado la gana; no se han sometido a ningún partido o movimiento político, no han votado por quien o quienes les ha señalado tal o cual líder; no lo han hecho caso a nada ni a nadie, ni siquiera les ha importado los grandes temas que se venían debatiendo en los últimos tiempos como la corrupción y la impunidad; no, el ecuatoriano no se ha rendido a los cantos de sirena y ha preferido hacerlo sin ambages ni tapujos por candidatos de su personal, personalísima preferencia.

Y esto es bueno, es democracia, aunque esta actitud conlleve cierta inquietud referente a la legitimidad de las nuevas autoridades, pues, a excepción de las del Guayas, ninguna de ellas alcanza su triunfo superando un 30 por ciento. Es de esperar que las autoridades electas sepan granjearse el aprecio popular con sus acciones en el ejercicio de su cargo.