Un mundo desechable

Pablo Vivanco Ordóñez

Queremos que todo sea rápido: que la comida se haga en tiempo corto, deglutir y salir corriendo de la mesa, que la carrera universitaria se haga en menos de cuatro años, que las noticias las den en cinco líneas, que las conversaciones no duren mucho tiempo, que los encuentros sean fugaces, las relaciones, las amistades y los lazos terminen pronto; llegamos tarde para que todo dure menos: queremos entonces un mundo que sea desechable.

En esa cotidianidad apresurada donde nada queda y todo se desvanece al instante, buscamos encuadres perfectos, ensambles mecánicos. Queremos un mundo robotizado, donde nada sobre, y donde el error humano es condenado por inútil. Opera entonces el miedo como mecanismos de sujeción a la autoridad terrena o divina, donde el peligro reside solo en uno mismo, y no influye nada del entorno donde nos hacemos todos los días. El individualismo nos arroja en el mundo, desnudos, sin acompañantes, incapaces de pensar en los otros, por tanto, incapaces de asumir íntegramente la humana tarea de vivir solidariamente en sociedad.

Por eso reemplazamos las calles que provocan encuentros con la gente del ayuntamiento por las grandes avenidas y autopistas, preferimos el supermercado y abandonamos la pequeña tienda de la esquina, compramos comida industrializada con etiqueta ecológica y la escogemos porque asegura una falsa calidad. El (super)mercado, un bazar gigantesco, tiene la negativa virtud de producir infinitamente necesidades innecesarias.

Vivimos en permanente riesgo: el ambiental que no podemos detenerlo, el económico que se disfraza con categorías traducidas siempre en beneficio de los que más tienen, el laboral que crea categorías para justificarlo todo.

Así pues, quieren hacer del mundo una gran computadora que se maneje con programas específicos, tiempos establecidos, lugares exactos, todo numéricamente dispuesto y cifrado. No queda espacio para la desobediencia como porfía de lo dispuesto, ni para el desorden como trastoque de un orden que no quiere cambios. (O)

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