Optimismo de moda

Daniel Márquez Soares

Tradicionalmente, si uno no solo quería ser inteligente, sino también parecerlo, se veía en la obligación de ser pesimista y gritarlo a los cuatro vientos. Al momento de reflejar capacidad intelectual, la ideología no era tan importante como la actitud apocalíptica. Daba igual si uno era existencialista, comunista, ambientalista, católico o nacionalista; en tanto uno estuviera convencido de que la civilización estaba atravesando un período de sostenida decadencia y de que un cataclismo definitivo estaba a la vuelta de la esquina, uno pertenecía al club de las mentes privilegiadas. Así, la historia contemporánea está repleta de máximas, que hoy resultan divertidísimas y risibles, de profecías tan catastróficas como apresuradas.

Pero ahora el mundo ha cambiado y parece que la nueva moda es ser optimista. Hay toda una nueva camada de pensadores e intelectuales de moda, como Steven Pinker, Hans Rosling, Johan Norberg o el propio Jordan Peterson, que idolatran el momento actual del mundo, tanto en el plano cultural como en el material, propiciado por Occidente.

No son meros ideólogos, sino que vienen armados con un arsenal de cifras y mediciones que respaldan su tesis de que nunca en la historia hubo un mejor momento para vivir que este. Tampoco están solos, sino que, al revés, su forma de pensar parece ser, en gran parte, el reflejo de la nueva mentalidad positiva de Occidente que se evidencia también en cambios de comportamiento observables y verificables en las nuevas generaciones.

Uno de los supuestos más interesantes en la obra de esos autores tiene que ver con la capacidad de la humanidad de aprender. Destacan que las personas somos racionales y que, por ende, somos capaces de extraer lecciones de nuestros errores. No solo aprende una persona año a año de su experiencia y la de sus semejantes, sino que una generación aprende de los errores de las que la precedieron y una cultura aprende de las equivocaciones de las otras. Así, incluso pese a los esporádicos momentos de idiotez generalizada, viene a ser lógico, presupuestable e inevitable que, conforme el tiempo avanza, la humanidad progrese.

Quizás el giro que viene tomando Ecuador sea producto de que somos la única cultura que no aprende, pero lo más probable es que sea resultado de un proceso de aprendizaje cuyas lecciones tenemos vergüenza de admitir.

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