Educar es, ante todo, humanizar

Zoila Isabel Loyola Román

En el ejercicio de la docencia, la educación necesita pensarse y repensarse constantemente, para priorizar aquellos asuntos que son trascendentes y que apuntan hacia su finalidad última, que es el ser humano y el logro de su plenitud. Toda pedagogía tiene su base en una determinada visión de la persona, y una educación con rostro humano supone también, creer en esa persona.

Humanizar el oficio de maestro se convierte, entonces, en un desafío, en donde conocer al educando debería ser el primer paso para la construcción de la persona y favorecer el desarrollo de sus potencialidades.

Una legítima antropología pedagógica ha de ser desde el amor, que nos lleve a asumir la educación con pasión; solamente mediante el amor podemos desarrollar una visión que dé sentido a lo que hacemos. Ser un docente que trabaja con amor, es una fuerza que permite trascender convirtiendo este oficio en una misión de alcances inconmensurables.

El oficio del maestro supone una profunda reflexión sobre el rol de señalar, de mostrar e indicar la ruta. Se deberá permitir a los estudiantes la oportunidad de que ellos mismos puedan dejar huella y hacer camino al andar; que puedan indagar, buscar y encontrar las grandes cosas que les sean necesarias y útiles para ellos y para la comunidad en general; es decir, el maestro debe llevar al estudiante a que descubra su propio saber.

El desafío fundamental de la educación de hoy, que es, ante todo, humanizar, e invita al maestro a traspasar el lirismo que aprisiona su práctica, para reconocerse como sujeto de su propia historia. No es tarea fácil educar y humanizar, pues, es necesario generar una cultura educativa ligada a una dinámica global actual. (O)

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