Fácil demagogia democrática

Manuel Castro M.

Parece que gobernar es fácil y que la solución política, social y económica de los graves problemas de los pueblos es simple, en el fondo “simplona”, o sea un abuso de la ingenuidad de las gentes y de sus ansias de mejora.

El precandidato demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, Bernie Sanders, quien se proclamó “socialista democrático” dio la receta: aumentar el salario mínimo, medicina para todos, estudios universitarios gratis, gobierno de los trabajadores, menos ricos, sí al aborto, protección del medio ambiente, fin del racismo y de la discriminación sexual. Desde luego que escuchó el aplauso de los estudiantes, de los intelectuales y sobre todo de los necesitados.

Cuando un estudiante le preguntó de dónde se obtendrían los recursos, Sanders contestó que no con nuevos impuestos (eso es impopular) sino con el dinero que tiene guardado el Estado, o sea muy socialistamente lo desfinanciará (Correa lo hizo y ahora vemos las consecuencias). Bernie reconoció que era millonario, pero lo atribuyó a que lo es sin querer queriendo, pues se debía al éxito de la venta de sus libros en un país feamente capitalista.

Sobre los ricos afirmó que tienen el 1 % del 99% de la riqueza. Se olvidó que esa riqueza es virtual, en números nada más, porque está en circulación pues produce empresas, empleos, universidades, tecnología. Desde luego que habrá avaros, pero no se puede cambiar la naturaleza humana, aunque el Papa Francisco dice: “Nunca he visto una mortaja con bolsillos”.

Aseveró Sanders que él paga todos sus impuestos, además que ya no ganará tanto en el futuro, cuando no es mérito no robar o no golpear a la esposa. Nuevos aplausos, pues su desprecio al capital produce grandes emociones, sobre todo en un país capitalista.

Otra democracia loca: en Ucrania, con el 75%, se eligió presidente a un comediante que presentaba una comedia donde él actuaba de presidente. Se confundió la realidad con una parodia. Después, el mundo no se debe quejar de que se elija a Trump, Bolsonaro, y a otros ultristas, que hasta puede que tengan buena fe, pero carecen de la alta calidad de estadistas.

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