Ahí está el origen de todo

“No importa que roben, lo importante es que dejen obras”, es el mantra que repiten muchos ciudadanos cuando conocen de los escándalos de corrupción. Hay quienes aseguran que la corrupción no es un factor determinante al decidir por quién votar. Encuestas y estudios serios del fenómeno arrojan que Ecuador es una de las sociedades más permisivas con la corrupción en la región. Si de algo carecemos en este sentido, es de escrúpulos.

Vamos en segundo lugar después de República Dominicana y encima de México. Un estudio del Banco Mundial y una encuesta de Latinobarómetro nos ubican en el ‘ranking’ de los países latinoamericanos en que la corrupción forma parte del quehacer diario de la población. El país está entre los que más justifican la corrupción y los sobornos. Se habla de cultura de tolerancia hacia actos corruptos.

Uno de cada 4 ecuatorianos consultados sostiene que las “coimas” están justificadas y son una “forma de engrasar el sistema para que las cosas salgan”. La corrupción poco importa o tiene la disculpa de los ciudadanos, pese a los procesos judiciales en marcha, los informes de Contraloría, el trabajo de la Fiscalía y ocupar la agenda política y social en los últimos años.

La corrupción es solo la punta de un iceberg de comportamientos cuestionables, que en su manifestación más sibilina adquieren la forma del clientelismo y el patrocinio. En definitiva, esta tragedia es reflejo del “quemeimportismo” sembrado en nuestra cultura y las notables deficiencias en la formación cívica, en nuestra débil democracia y la calidad ética de nuestra sociedad.


La paciencia es la fortaleza del débil y la impaciencia, la debilidad del fuerte”. Immanuel Kant Filósofo alemán (1724-1804)La paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces”. Jean Jacques Rousseau Filósofo francés (1712-1778)