¿Somos o no atávicos?

Juan Aranda Gámiz

Ese afán constante de retroceder, porque pensamos que “todo tiempo pasado fue mejor” es lo que nos mantiene atados al presente y con miedo a mirar al futuro.

Nos queremos parecer a nuestros antepasados hasta en el lunar que adornaba su cara, pero no construimos un modelo propio que sirva para que otros diseñen el suyo propio.

Pensar en lo hecho, sin espacio para la crítica, es justificar que somos incapaces de armar un proyecto en el momento actual. No hay que parecerse en los detalles a quien dejó una estela válida en sus actitudes y propuestas, sino en las intenciones verdaderas hacia quienes más lo necesitaban, que son los mismos de ahora y luego.

Ser atávico no nos permite crear, aunque algunos referentes tengan que venir del pasado y por eso tenemos historia de vida propia. Hoy disponemos de armas necesarias para extraer el jugo a la historia y preparar una salsa, con ingredientes de ahora y adaptada a los gustos y sabores del momento; una propuesta innovadora y libre, menos servil y dependiente.

El atavismo nos acorrala en un sueño de palabras, delimita nuestras visiones y condiciona nuestra iniciativa, aunque las tradiciones precisen seguir siendo parte del patrimonio cultural.

Obras como ‘El Quijote’ o ‘La Biblia’ han sido reeditadas para que las ojeen las nuevas generaciones, a la luz de las nuevas tecnologías, sin haber perdido el sentido primigenio y puedan descubrir en sus páginas elementos o soportes necesarios para construir nuevas obras que se conviertan en referentes futuros, reescribiendo la Historia con un ápice de adaptación al correr de los tiempos.

Seguimos siendo atávicos, por añoranza o desesperación, manipulación o falta de diálogo, pero precisamos caminar hacia una realidad más discriminativa y proponer modelos de superación coherentes y propositivos. (O)