Réquiem por Flaubert

Pablo Escandón Montenegro

Son 139 años exactos de que Gustave Flaubert dejara de existir. ¿Qué tiene de importante recordar a un novelista francés en tiempos de Internet, de medios sociales y de imágenes evanescentes?

Una de las mujeres más famosas y transcendentes del imaginario universal se cultivó con novelas de folletín, y de esa manera se le secó el cerebro, tal como le ocurrió a don Alonso Quijano por leer las novelas de caballería.

Emma fue hija de su tiempo, cuando novelas sentimentales eran lo que las redes sociales hoy o las telenovelas hace 20 años. Flaubert fue un gran cuestionador y censor de la banalidad de sus contemporáneos. Charles y Emma, el matrimonio Bovary, son el ejemplo más claro de la simpleza de espíritu, la escalada social sin méritos y la hipocresía.

Pero es con ‘Bouvard y Pécuchet’, novela inacabada y publicada póstumamente, retrata cómica, irónica y críticamente a los “sabios de cafetín” que aparentan tener conocimientos enciclopédicos e incurren en “emprendimientos” que siempre fracasan.

Y es que estos dos diletantes bien podrían ser los actuales “coachs” que nos inundan en redes, o los padres de tantos intelectuales que en su vida hicieron algo pero se enteraron por los libros y nunca pusieron en práctica nada.

Bien podemos recordar ahora a Flaubert y sus viajes hasta Egipto, documentados por daguerrotipos, al igual que los viajeros de Instagram, con la diferencia de que el novelista no quería que todos supieran dónde estuvo, ya que su genio no era social, sino de recogimiento.

Hoy vemos a los personajes creados por Flaubert: Emma, Charles, Bouvard y Pécuchet, en blogs, Twitter, Facebook, Instagram y grupos de Whatsapp; fatuos, ligeros, opinando de todo sin conocimiento y censurando a la gente, sin conocerla. Nada ha cambiado desde que Flaubert los inmortalizó.

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