Sublimidad maternal

Manuel Salinas Ordóñez

Cuando recordamos los momentos con nuestra madre, solo se viene a la mente la sublimidad con la que siempre nos trata, inclusive con sus palabras enérgicas cuando se enoja, se siente la sublimidad de su ser y de su intención de protegernos inclusive, en su ausencia física.

El corazón de una madre no solo tiene espacio para sus hijos, nietos, bisnietos, sobrinos, sino que ama a todos quienes le rodean, agnados y cognados son su preocupación permanente.

Jamás podremos devolver todo su sacrificio ni con la protección en su edad senil lo haremos, pero sí debemos cuidarla diariamente y aunque la reemplazamos con las parejas o con el trabajo y ya no estamos junto a ella, deberíamos estar pendientes ante su necesidad y ante su requerimiento.

En las diferentes etapas de nuestra vida, sentimos su protección, cuando nacemos está junto a nosotros ocupándose de nuestra alimentación y cobijo, no le importa si nació hombre o mujer, tampoco si luego decide optar por su libertad de género y autodefinirse en otra condición.

En la niñez, sana nuestras heridas por las caídas físicas, aunque sea con una canción y con su saliva sanadora y nos levanta el ánimo cuando estamos tristes. Llora y ríe junto a nosotros es una niña más. En la adolescencia comprende nuestra morfología y el cambio de humor repentino y constante, característica principal de esa edad.

Aunque adultos, seguimos siendo protegidos y somos sus niños de siempre, aunque nos respeta, igual nos sigue aconsejando y si es necesario vuelve a regañarnos para que recordemos lo que nos enseñó cuando aún éramos infantes.

No importa la edad que tenga siempre está ahí para sus hijos, para dejar de ser y tener, para que sus hijos, seamos y tengamos. Aunque lo den todo, jamás piensan en ser retribuidas.

Quienes aún tenemos madre, debemos reflexionar en que el mejor regalo que debemos darle no se lo puede comprar y es muy difícil poder ofrecerlo. Tan solo demos la milésima parte del amor que nos da y la mitad del cuidado que nos tuvo antes de ser adultos. Mi saludo a las madres en general y con mucho amor y en forma especial a mi madre y a la madre de mis hijos. (O)