Ira y decepción

Rodrigo Santillán Peralbo

La pobreza cunde por todos los rincones de este paisito de la mitad del mundo. Los desempleados y los que, elegantemente, tienen un “empleo inadecuado” suman miles: vendedores ambulantes, que cobran el peaje del semáforo, los que amenazantes limpian parabrisas, los malabaristas que cambian pelotitas de unas manos a otras, los que con cuchillos y machetes de lata se esfuerzan para no volarse las cabezas, los payasos pintarrajeados con pinturas baratas que contienen plomo, los ‘tragafuegos’ que empapan sus antorchas con gasolinas contaminantes, los ‘trampolineros’, ‘xenuflexistas’, equilibristas y los que simplemente piden caridad.

Este es el país de la libre empresa, “de la democracia que ofrece oportunidades para todos”, de un Ecuador en el que los empresarios manejan la política económica, y que acatan los mandatos infames del FMI porque les conviene a sus intereses económicos, a cambio de préstamos que hipotecan al pueblo y sus trabajadores, cuando encuentra una labor estable.

Este “Ecuador por siempre y desde siempre amazónico”, como dijo Roldós el día de su muerte, va convirtiéndose en un país de parias totalmente indigentes a los que ha visitado el presidente Lenín Moreno. Les ha ofrecido atender sus necesidades básicas, sus enfermedades en un IESS en proceso de quiebra, les ha dado la mano e intercambiado besos.

Hermoso gesto en medio de una realidad espantosa que informa que hasta un 60% de niños sufren de desnutrición en algunas provincias y que los adultos soportan hambre, porque ni siquiera tienen un dólar diario para sobrevivir. Los ladrones del correato, las empresas sobornadoras, políticos y asambleístas diezmeros, y otros pillastres se enriquecen, mientras el pueblo se debate entre la ira y la decepción.

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