Dos sí logran el equilibrio

Manuel García Verdecia

Nada hace tanto daño a una sociedad como una estructura administrativa piramidal. Una punta que determina todo y una base que, en la medida que desciende determina menos y tiene sobre sus hombros el mayor peso no solo del hacer sino de soportar los dislates que arriba se deciden.

Es que en un momento donde las sociedades se vuelven más numerosas, más complejas, más diversas en cuanto a intereses y aspiraciones, es muy difícil que un solo vértice alcance a pensarlo y determinarlo todo práctica y eficazmente. Porque además no hay métodos de fiscalización y retroalimentación donde muchos puedan tomar parte activa y decisivamente.

En realidad nadie le pide cuentas a la punta, es casi imposible, por el mismo entramado social donde, en los “canales correspondientes” se pierde el impulso y el meollo de lo solicitado, además de irse desvirtuando de escalón en escalón. De modo que al final ya lo señalado no se parece a lo inicialmente planteado.

Sin embargo, la cúspide pide cuentas a todo el mundo. Esto ayuda al desenfreno y la corrupción. Además tal estructura va royendo la iniciativa individual para hacer y mejorar situaciones. La política es como el aparato que los niños llaman “cachumbambé”, también llamado subibaja o balancín, esa tabla donde dos niños se suben a cada extremo y se balancean. Uno solo no puede hacerlo. Dos sí logran el equilibrio. Un único foco de dirección no facilita las cosas, pues no tiene el contrapeso de otra opinión y otro ojo vigilante.

Si una sociedad quiere salvarse debe abrirse a todos sus miembros y permitir la multipolaridad de pensamiento y acción. Marx hablaba de una sociedad de productores libremente asociados, donde todos tuvieran posibilidad de intervención y decisión sobre los asuntos que les interesan para su vida pues nadie tiene derecho a planear estos, sino nosotros mismos.

[email protected]