Viejo, pero no ladrón

Juan Sebastián Vargas

En un artículo anterior me di el gusto de escribir sobre este importante personaje y veo procedente ante la situación actual volver a resaltar su gran trayectoria y es que en casi 60 años Trujillo ha sido un importante actor de la política ecuatoriana.

Su principal característica en las diferentes funciones que ha desempeñado ha sido siempre buscar la justicia social y el respeto a las libertades individuales y es que a diferencia de la gran mayoría de políticos de la actualidad que únicamente buscan un beneficio personal, mediático y sobre todo económico, en el caso de Julio César Trujillo el concepto de política ha sido siempre servir.

La integridad es una de sus principales virtudes, odiado por muchos justamente por este motivo, a los pillos y a los mafiosos no les cayó bien su Presidencia en el Consejo de Participación Ciudadana Transitorio y por supuesto era una piedra en el zapato, no importan sus canas, sus 88 años no han sido impedimento para combatir a la corrupción sin miedo.

Se enfrentó a toda esa turbia estructura creada en el anterior régimen y desde su trinchera la ha ido desmantelando de a poco y eso que aún falta eliminar justamente a ese mismo organismo que presidía y que prometió hacerlo porque significaba un poder muy peligroso para la democracia.

Ahora esa misión deberá ser asumida por otra persona seguramente, talvez Pablo Dávila o Luis Hernández serán los llamados a tomar la posta para recolectar las firmas necesarias para llevar a una consulta popular esta propuesta necesaria para el país.

Nos ha causado indignación la cantidad de gente que se ha dedicado a burlarse especialmente en redes sociales sobre la situación de Trujillo, la idolatría de esta turba por su escuálido líder les enceguece, su fanatismo e ignorancia sobrepasan la cordura y la coherencia, mofarse de una condición así solo demuestran ser iguales a quien admiran.

En uno de sus últimos homenajes recibidos por parte de una Universidad en Guayaquil, una jueza catalogó a Trujillo como “la última reserva moral del país” sin lugar a dudas con mucha razón, pues como él mismo dijo alguna vez refiriéndose a una fastidiosa Asambleísta; “podrán decirme viejo, pero nunca ladrón”.