Leer a Marx no daña a nadie

Manuel García Verdecia

Carlos Marx no puso bombas, no hizo fusilar a nadie, no mandó a nadie a campos de concentración ni los obligó a expatriarse, tampoco propuso la estatalización burocrática y policial de la sociedad. Pensó que el capital, tal y como se desarrollaba en el siglo XIX, se fundaba en la opresión y abuso de una enorme mayoría de seres humanos, por lo que proponía un cambio radical, encabezado por los oprimidos, para alcanzar una sociedad más equitativa y justa.

Su obra, ¿fue la panacea universal y eterna para la construcción del paraíso terrenal? Para nada. Fue el análisis razonado de un fenómeno específico en su momento crucial, el capitalismo industrial. Un intento de razonar las causas de la injusticia socioeconómica derivada de aquel fenómeno y proponer formas para su transformación. Solo otro peldaño en la escala inagotable del conocimiento.

Su teoría tuvo tan deficientes expositores y ejecutores por los que, hacia el ocaso de su vida, el propio Marx declaró no ser marxista. ¿Se logró la estructura económico-social que concibiera? No. Por muchísimas razones, desde cualidades de los líderes, los intereses de los poderosos, los contextos socioeconómicos y la idiosincrasia de los pueblos. La realidad en los siglos XX y XXI ha derribado muchos de sus postulados y ha hecho necesarias nuevas estrategias teórico-prácticas.

El marxismo no es ni infalible ni inmutable. Pensarlo así fue el máximo error de muchos de sus seguidores. Alguien se refirió a que su tumba debe ser custodiada para que no la mancillen. Esto no habla de Marx, sino de la condición humana. Ninguno de sus libros, empezando por ‘El Capital’, da razones para la barbarie. Tampoco se puede condenar a libros o pensadores por una lectura fundamentalista y nociva.

Cada día necesitamos actitudes más responsables, informadas y civilizadas para afrontar los requerimientos cambiantes de la existencia y salir airosos. Es lo único que puede mejorar el mundo. Leer a Marx no daña a nadie, antes bien lo ilustra. La estupidez y la malevolencia no son de ningún bando político, sino del peor costado de la imperfección humana.

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