A propósito del Día del Árbol en Ecuador

Zoila Isabel Loyola Román

Llega agosto y el verano a Loja, y los arupos empiezan a florecer. Hace mucho tiempo que quería compartir esta historia sobre un árbol tan propio de mi ciudad: el arupo rosado.

Curioso e increíble, es el cultivo del arupo rosado. Un árbol no apto para impacientes o “alcanfores”. Se prepara la tierra, se siembran las semillas, se las cuida y, durante mucho tiempo, no sucede nada. Se riega, se abona se quita la mala yerba y sigue sin suceder nada. Entonces, cuando los días de espera se vuelven interminables, y dudamos por la supuesta falta de actividad; el arupo sigue formando debajo de la tierra y muy calladamente sus raíces y tallos, que sostendrán un árbol de unos diez metros de altura, de ramas extendidas.

Entre agua, abono, cuidado constante y, sobre todo, mucha, muchísima paciencia ¡Por fin! llega el momento en que empiezan a salir fuera del surco los pequeños brotes de lo que será una magnificencia color rosa con resplandores violeta.

Es una historia cautivante ¿verdad?, una hermosa metáfora que está bajo el signo de la perseverancia y la paciencia.

Si sabemos que vale la pena, el sueño, soñado mil veces, hemos de creer y esperar. ¡Algo magnífico está sucediendo en lo más íntimo de nuestro ser! Estamos creciendo, a veces imperceptiblemente, y no nos enteramos. ¿Será, tal vez, porque ese sueño está echando raíces? Ha llegado el día en que la semilla despierta de su letargo y empieza a cantar a coro “Yo soy la flor zamorana, teñida de primavera que despuntó en la ribera, de la campiña lojana” con voz de mirlo, charro, chilalo, gorrión…

Entonces renace la ilusión para continuar adelante, el empeño que ponemos será la diferencia para que los simples deseos se transformen en sueños realizados como en agosto ante el milagro de los arupos florecidos. (O)

[email protected]