Violencia en la Penitenciaría del Litoral

LUIS MUÑOZ MUÑOZ

Lo ocurrido en la Penitenciaría del Litoral, con un saldo trágico de seis reclusos muertos, determina que las cárceles son espacios amenazantes. El gran problema es el aparecimiento de pandillas, cuyos jefes se disputan a sangre y fuego, el control de los internos, para imponer su voluntad a la que deben someterse los reclusos si quieren proteger su vida.

En todos los centros de detención surge un orden social, aquellos que tienen familia y dinero para comprar cosas y aquellos que no lo tienen. El más fuerte impone autoridad en base al terror y se siente con poder absoluto para disponer, “quiero que limpies mi cuarto, laves mi ropa, me satisfagas sexualmente, quiero droga, quiero que tú hermana me traiga droga en su próxima visita y si no lo cumples puedes darte por muerto”.

Si el individuo intimidado no es suficientemente fuerte, busca alternativas entonces, se une con otros, para lograr su objetivo, de esta forma asoman las pandillas, que terminan enfrentándose, unos contra otros, como los que se vivieron en la Penitenciaría del Litoral.

Para el prisionero común, el encierro es una experiencia aterradora, porque no está seguro de su integridad física y sufre un trauma psicológico que no es tratado. Ante esta cruda realidad los presos consiguen armas y se unen a las pandillas para protegerse y sentirse seguros.

La política carcelaria considera que la reclusión de una persona es la panacea para evitar que los delincuentes predadores y peligrosos vuelvan a delinquir, qué peregrina conclusión que en nada solventa el problema. Debemos propender a que las cárceles sean más humanitarias y en consecuencia más seguras. El punto crítico de la violencia en las cárceles, es el uso de drogas porque ello fomenta la violencia y la corrupción. Si se reduce el acceso de drogas a las cárceles y centros de detención se reducirá la violencia que hoy preocupa. (O)