En el Itchimbía, antes de su posesión, el alcalde Jorge Yunda se pronunció por la necesidad de volver a la sabiduría ancestral. Dijo que Quito debe recuperar sus ríos y que tantos pesticidas producen enfermedades como el cáncer. Este positivo discurso heredero de la sabia cosmovisión andina no suple per se a los actos. 

Se requiere de una ética política con una incidencia real en el territorio y de una ciudadanía participativa para lograr cambios. ¿Qué leyes, personas o poderes inciden sobre el territorio en la encementada geografía de Quito y sus valles? Una economía urbana visionaria debe propiciar la sostenibilidad dialogada. 

El cerro Ilaló, patrimonio histórico y natural de Quito y sus valles, ha sido vulnerado en varias ocasiones con la permisividad de las autoridades. El hombre del Ilaló tiene una antigüedad de 12.000 años, según refiere el historiador y jurista Juan Francisco Morales Suárez en su artículo “Quito, polis primigenia de Abya Yala” en el que se señala los hallazgos de más de 80.000 artefactos líticos que fueron sometidos a pruebas del carbono 14. 

La biodiversidad en las quebradas, los bosques, la flora, la fauna y el agua deben ser defendidos en el Ilaló. El concejal Juan Manuel Carrión y otros que enarbolaron la sostenibilidad y el respeto ambiental deben acompañar esta defensa con normativas claras. 

El Centro Histórico de Quito es un patrimonio amenazado. Sus residentes siguen siendo desplazados por la gentrificación. Pablo Buitrón, su vocero, afirmó que el gobierno local no accede a ninguna de sus propuestas sobre las afectaciones por la peatonización de la García Moreno y Venezuela y el cierre de la Benalcázar.  Si la planificación territorial tuviera la meritocracia de Richard Carapaz, qué distinto sería nuestro paisaje.

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