Mayorias móviles

Ángel Polibio Chaves

En el gobierno de Correa las relaciones entre el Ejecutivo y el Legislativo no tenían tropiezo alguno, pues al contar con una mayoría absoluta al interior de la Asamblea Nacional, se limitaba a ordenar a “sus” legisladores, quienes sumisamente cumplían las órdenes del jefe.

Luego de las últimas elecciones para la conformación de la Asamblea, el gobierno pudo tener una mayoría que le habría permitido un manejo similar al de su antecesor; mas por las circunstancias que son conocidas, se produjo una dispersión al interior del cuerpo legislativo, que ha obligado al gobierno a recurrir a la antigua práctica de las mayorías móviles, que le permitan la aprobación o negativa de determinadas propuestas.

En el juicio político instaurado en contra de la ex Canciller de la República, ocurrió sin embargo algo particularmente llamativo: las fuerzas alineadas con el Presidente Moreno y las alineadas con Correa, llegaron a un acuerdo legislativo que, salvo que se reconsidere la decisión, absolvería a la acusada de los cargos que le fueron imputados.

Alguna vez me había permitido señalar que dentro de las necesidades de gobernabilidad, conformar mayorías móviles es un mecanismo legítimo, pero naturalmente dentro de ciertos parámetros éticos, de coherencia y alineamiento con los altos intereses nacionales. Los legisladores no son fichas que pueden ubicarse en el tablero según las necesidades coyunturales de un gobierno, de un partido o por su personal interés, menos aún pueden desaparecer de la escena o declarar simplemente una abstención; su actuación debe ser consecuente con lo que motivó la decisión de sus electores.

Quienes reciben un mandato para representar a un sector de la ciudadanía, jamás pueden olvidarlo, ya que no son libres de actuar según su circunstancial conveniencia; la amnesia respecto de la naturaleza del poder otorgado es una peligrosa enfermedad cívica, que además puede ser altamente contagiosa.