El epitafio

Adolfo Coronel Illescas

Cuando nos preparamos para hacerle el coro a la canción que más le gusta a “nuestro presidente”, el tango “Cuesta abajo” y en rodadera, “ahorita mismo” se dan cuenta que el Instituto Nacional de Investigaciones Gerontológicas (Iniger), que debió seguir funcionando en Vilcabamba podría desaparecer, cuando la verdad es que desapareció hace “fuuu”, por obra y gracia de la “Revolución Ciudadana” que dejó solo la “bóveda” para que su panteonero, el MIES, la ocupe en menesteres eventuales hasta definir su defunción. Que ahora intentan desaparecer al difunto en el nuevo Código de Salud, significaría que le colocarán el epitafio a un proyecto de singularización mundial, y, para que los malos olores no sigan narcotizando conciencias de gobiernos, asambleístas y autoridades, que todos en su oportunidad le echaron un puñado de tierra, al dejarlo morir sin reaccionar, protestar o reclamar. La suerte de Loja ha sido y es esa.

Presumo que soy uno de los pocos que ha comentado y defendido en la prensa al Iniger. En enero del 2015 decía que sólo le faltaba un “verde” epitafio para consagrar su defunción, porque los “revolucionarios” no supieron administrarlo, los poseedores tampoco. Y con serena dignidad reclamaba “si nos dan, no nos quiten”. En esa misma fecha “La Hora” recordaba que las instalaciones continúan cerradas, dejando sin uso una moderna infraestructura donde se invirtieron cerca de dos millones de dólares. Da la impresión de que allá también llegó el “Arroz Verde”.

Transcurridos 4 años del entierro de tan ambicioso y recomendado proyecto, un Asambleísta por Loja (al menos 1 de los 4) aspira impedir el epitafio. La opción, resucitar un muerto como lo hizo el Nazareno hace dos mil años con una sesuda orden: “Lázaro, levántate y anda”. Una esperanza que de concretarse debería ser integral para que cumpla los objetivos de su creación: procurar, mediante investigaciones gerontológicas, científicas y técnicas, el mejoramiento de la calidad de vida de la población envejecida y envejeciente del Ecuador y del mundo.

Reactivar el Instituto Nacional de Investigaciones Gerontológicas (Iniger) en Vilcabamba, serviría además para patear la conciencia de las autoridades para que no se queden dormidas otra vez. (O)