Ecuador herido de muerte

Hever Sánchez M.

Ante tanta aberración, los ciudadanos indefensos ya no sabemos a qué ni a quién apelar. Si a la divinidad o a la fuerza bruta para detener tanta injusticia.

Como una caja de sorpresas, día tras día se destapan nuevos escándalos, nuevos robos, nuevos asesinatos; nuevas tragedias. Hoy en día la hipocresía ciudadana se ha volcado a las calles para manifestarse en contra del matrimonio igualitario. Organizaciones respaldadas por la “santa” iglesia católica organizan sendas manifestaciones para protestar por haberles asignado derechos a otros seres humanos. Paradójicamente quienes más reclaman moral, son quienes más faltan a ella. Pero mientras toda esta fiebre hace explotar los termómetros, decisiones trascendentes pasan desapercibidas en nuestro país.

La historia de las Islas Galápagos se repite nuevamente en el contexto de la historia. Ya conocemos la amarga experiencia en la segunda guerra mundial cuando las Islas fueron ocupadas por los Estados Unidos dizque para proteger al canal de Panamá. Cuando se marcharon todas las construcciones que habían edificado, con tractores fueron destruidas y arrastradas hacia el mar. Los colonos ni siquiera pudieron disfrutar del favor que nuestro país hizo a la potencia extranjera.

Con el pretexto de luchar contra el narcotráfico, nuevamente tenemos la presencia de los norteamericanos en las islas. Para nadie es secreto que uno de los negocios que mayores réditos económicos deja a los EE.UU. es precisamente el narcotráfico; se estima que ese negocio deja cada año a los EE.UU. un promedio mínimo de 500.000 millones de dólares. Entonces, ¿Será su lucha contra el narcotráfico lo que les lleva por el mundo a ocupar tierras ajenas? Además, para abastecerse de combustible no hacen falta pactos binacionales.

Si el señor ministro de la defensa nacional estuviera interesado en combatir el narcotráfico, lo haría dentro del país, ordenaría a sus subalternos a patrullar las afueras de las escuelas y colegios en donde se expende la droga tan fácil como se expende pan o caramelos. No hace falta proyectarse a aguas internacionales para luchar contra la droga que nos amenaza fronteras adentro. (O)