¿Prescribe la deshonestidad?

Fabián Cueva Jiménez

La experiencia educativa de quienes se sujetaron, en el siglo pasado, a los procesos de formación humana, con la Lógica y la Ética como asignaturas, dio resultados positivos. Los comentarios fueron abundantes, tanto que Milton Luna, exministro de Educación, anunció su incorporación al currículo nacional.

Las razones justificadas: vivimos una época de pérdida de valores humanos con galopantes signos de corrupción, estamos obligados no solo a transmitir conocimientos científicos y tecnológicos, también a enseñar la honestidad y la dignidad. La deshonestidad o la falta de ética nos está venciendo, esto es, la indecencia, deslealtad, cinismo, desvergüenza. En la memoria ecuatoriana en un cuarto de siglo alcanzan a 700 casos de corrupción.

En los últimos doce años han sido demasiados, falta espacio para publicarlos. Un “Museo de la Corrupción” se ha creado. Se exhiben perjuicios: coimas, sobreprecios, en obras públicas, petróleo, minería, escuelas y lo emblemático, en lo educativo: falsificación de títulos, plagios de tesis, de vicepresidentes, ministros y altos funcionarios.

Esta ausencia de integridad salpica a este Gobierno, un exministro de Cultura que dicen creó una mentira en serie. Según la demanda, utilizó un título de bachiller inexistente para seguir estudios universitarios, obviamente no válidos y hasta obtuvo una cédula de ciudadanía con datos falsos: instrucción superior y profesión periodista.

Se habla de falsificaciones y de delitos en contra de la fe pública. La justicia ha declarado por dos ocasiones la prescripción por el tiempo transcurrido, de ahí la duda. ¿Puede prescribir la deshonestidad?

Si la honestidad es una construcción compleja y está como el aire en todas partes, esperemos que el nuevo Ministro incluya la Lógica y la Ética, prepare a los maestros y a los estudiantes.

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