100 años de Guayasamín

Karla Jaramillo Puertas

El sábado anterior se cumplieron 100 años del natalicio de Oswaldo Guayasamín, este insigne personaje que a través de su pintura y escultura recorrió el mundo con sus obras de denuncia y atropello, pero también de ternura y amor.

En una entrevista realizada por el político y escritor boliviano Carlos Mesa Gisbert, relata como en su primera exposición presentó obras que rompían el esquema de todo lo aprendido en la Escuela de Bellas Artes, causando gran impresión, especialmente al coleccionista norteamericano de pintura latinoamericana, quien luego de comprar cinco de sus cuadros, gestionó el viaje y exposición en las mejores galerías de ese país; periplo que duró siete meses.

Guayasamín fue un artista que pintaba piel adentro y piel afuera -como el mismo lo afirmó-. En el primer caso, son todas las experiencias vividas y que de alguna forma lo han marcado, desde el hecho de formar parte de un hogar pobre de 10 hermanos, con un padre indio, la muerte de su madre a los 34 años de edad… Y piel afuera, por la época que le tocó vivir. Ahí plasta las dictaduras y atropellos. En la obra “Lágrimas de sangre” rinde homenaje a Salvador Allende, Víctor Jara y Pablo Neruda, asesinados en la dictadura chilena de Augusto Pinochet.

Contrariamente a la realidad vivida en Cuba -no la consideraba dictadura- con Fidel Castro mantuvo una estrecha relación. Lo retrató en tres ocasiones. Además, el líder cubano estuvo presente en la inauguración de la Capilla del Hombre (29/11/2002).

Finalmente, vale recordar lo que el propio Guayasamín decía de su trabajo: “mi pintura es para herir, golpear y arañar en el corazón de la gente. Para demostrar lo que el hombre hace en contra del hombre. Pintar es una oración, al mismo tiempo un grito y la más alta consecuencia del amor y de la soledad”. (O)

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