El Estado ranclado

Nicolás Merizalde

El gobierno de Moreno no pasará a la historia por obras faraónicas; lo hará por la entrega, o mejor dicho el intento de re institucionalizar el país. Lamentablemente, esa no es tarea que se cumpla con un decreto. Es la adhesión y convencimiento del ciudadano y el imperio de la ley lo que puede hacer que las esperanzas cobren sentido.

Hoy nos encontramos ante el desafío más grande de esta maltrecha cruzada. Protagonizado por los clásicos populistas malavenidos por cuatro votos, encaramados en una función del Estado, por demás innecesaria, pero al fin y al cabo poderosa. El Cpccs, presidido por uno de los personajes más siniestros que he visto en los últimos años, el Sr. Tuárez, que abusando de un discurso religioso se ha burlado del Estado, sus ciudadanos, la iglesia y todo orden a su paso para salvar tristes causas perdidas. Se trata de un hombre, cuyo pasado poco claro no avala ninguna de sus palabras, cuyas acciones y discursos solo pueden ser testimonio de una patológica afición al autoritarismo, de la salida fácil del escándalo y el ataque y de las pocas luces que le alumbran por dentro. La viva imagen de lo peor de nuestro país.

Auspiciado por sus compañeros, que a la postre han demostrado tan poco sentido común como su líder, han decidido cargarse el orden constitucional para tomarse atribuciones que no les competen y evaluar al órgano jurídico más respetable que tiene el país en este momento y que ha dado suficientes muestras de profesionalismo, diligencia e independencia en lo que va de mandato. Una Corte Constitucional de ese nivel, en tiempos tan grises, es motivo de orgullo y esperanza para los ciudadanos. Y creo un deber, defenderla de las intrigas y el desacato de Tuárez y su cuadrilla.

Como no hay mal que por bien no venga, queda demostrado que la presencia de Tuárez es un incordio, y la del Cpccs también.