Tortura

CARLOS TRUJILLO SIERRA

Estíre(se), su imaginación especialmente. Una vez que yo ya he perdido la fe en los títulos de tercer y cuarto niveles (los del primo Pedro, de un vicepresidente o dos, de ministros y otros), tal vez yo estoy viendo de más cerca y por debajo del nivel desde el cual usted mira el mundo pasar y pasar, puede que usted rememore la gota de agua en la cabeza, o las astillas de bambú en las uñas de los dedos -exquisiteces chinas como el chaulafán y el chop-suey- pero yo estoy en un nivel más terrenal, y mi entorno difiere de las normas de la clase medio alta y voy a comentarle algo que está a ras del suelo, dentro de este ambiente en que usted tiene teléfono inteligente, Tablet y cualquier red social pero al mismo tiempo no sabe calcular una simple regla de tres y no sabe si hígado se escribe con h inicial o no.

Encuentro una nueva y extravagante forma de tortura dirigida a los niños de los estratos populares. Esa tortura, novísima, posterior a la letra con sangre entra, es la educación e instrucción que se imparte (con excepciones personales) en las escuelas públicas de esta segunda década del escandaloso siglo XXI. Todo esto aupado por el gobierno central y la pléyade de pehachedes en esoterismo y endiosamiento. Me cansé de oír los exhortos (no pasaron de ser órdenes incumplidas) para bajar la carga burocrática, ridícula e inútil al maestro; un Acuerdo Ministerial rebajando a niveles de sentido común esas rebuscadas y cuánticas tareas escolares para los niños.

Pobres niños, y lo digo por todos los niños en un círculo cercano, llorando y siendo maltratados a día seguido por lo que promovieron a cuarto grado a un niño sin saber leer ni escribir. Los padres de esos niños también pobres y sin cultura no tienen la preparación para contestar esas preguntas místicas con las que azotan a los niños. Por lo menos mantengamos el abc para leer las instrucciones básicas y las cuatro operaciones para que no le roben en el cambio en cualquier tienda, bazar o supermercado.

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