Minería a cielo abierto

LUIS REINOSO GARZÓN

Ninguna actividad industrial es tan agresiva: ambiental, social y culturalmente como la minería a cielo abierto, debido a que quienes explotan, se llevan el mineral y dejan un ambiente destruido, tierras contaminadas y población con enfermedades. La experiencia nos muestra que estos recursos cuando no son administrados con absoluta transparencia y honestidad son fáciles para caer en los tentáculos de la corrupción, en subsidios que no benefician a los que más necesitan y bonos para satisfacer proyectos políticos fracasados.

Para la explotación de una mina a cielo abierto, es necesario excavar, con medios mecánicos o con explosivos, los terrenos que recubren o rodean la formación geológica que contiene el yacimiento; donde antes había una alta biodiversidad, quedan enormes cráteres con una flora y fauna que no se regeneran; la práctica indica que por cada gramo de oro producido, deja una tonelada de tierra con cianuro, arsénico, ácido sulfúrico, plomo y otros metales pesados, que por siglos contaminarán el aire y los mantos de agua; la economía local lejos de mejorar, es afectada; se pierden tierras para cultivo y la presencia de las minas ahuyenta al turismo; sobre todo generan conflictos sociales por derechos de utilización de sus tierras ancestrales.

La industria minera por medio de túneles, las ricas betas subterráneas de metales, los mineros de pico y pala, son cosa del pasado, hoy la minería extiende sus aterradoras maquinarias modernas sobre yacimientos de minerales esparcidos sobre grandes extensiones de tierra produciendo verdaderos impactos ambientales como: Afectación de la rica biodiversidad y del entorno en general, contaminación del aire, envenenamiento de las aguas superficiales y subterráneas, afectación de los suelos, impacto sobre la flora y fauna, cambios en el micro clima e impacto posterior a la explotación.