La confusión

EDUARDO TABÁREZ RAMÍREZ

Se dice con frecuencia, que cuando hay un conversatorio entre abogados, católicos y evangélicos, ateos y agnósticos, etc. etc., siempre se tendrán diversos criterios, sin duda las creencias y posiciones son divergentes en algunos casos en la forma como en el fondo.

A saber, desde los albores de la existencia humana han existido las distintas formas de ver y entender las creencias de la vida, ahora nos marca una elemental diferencia que nos permite conocer la multiplicidad del pensamiento y no es otra cosa que la comunicación, sin ella muy probablemente aún estuviéramos actuando más por la costumbre sin entender la evolución de la sociedad en su más amplio espectro.

Lo antes expuesto no es otra cosa y sin exclusión alguna, nos invitemos de una vez por todas a entender en todo lo que representa el significado de entender que: Las personas somos diversas, no siempre tenemos el mismo apetito, no todos elegimos el mismo menú; qué desastre de existencia será el saber que solo la coincidencia nos hace mejores personas o una sociedad llena de goce, sería el acabose.

Cada familia bajo sus propios ideales y convicciones, tiene el libre albedrio de saber el norte que desean llevar al futuro de sus hijos, los padres ante la génesis de ellos no somos más que transitorios catalizadores de una etapa inicial e intermedia de ellos, pues, al final del camino serán ellos los que tienen la facultad de elegir, con aciertos o equivocaciones es algo que a quien bajo su raciocinio le corresponde tomar la decisión.

Hay preceptos universales que jamás deben ser tolerados. La inclinación sexual de una persona es personalísima, ¿qué facultad tiene un tercero de tomar juego en cuerpo ajeno? ¿acaso no nos damos cuenta que el buffet es abierto que con el ver el menú no estamos obligados a su consumo?

Toda elección a una decisión personal debe ser respetada, respeto que debe estar enmarcado en tanto y cuanto no se agreda a menores que no están en facultad todavía de poder discernir lo que quieren, que no se induzca a lo que no les nace, mucho más grave que se aspire a adoctrinamientos a menores, esto es llevarlos a temprana edad a una confusión existencial. Defendamos nuestra tesis sin hacer gala que el por disentir tengamos que agraviar a los demás. No hay que ser la causa para defenderla como tal

[email protected]