Cohetes, torpedos y violencia

Hever Sánchez M.

Indiscutiblemente el hombre ha evolucionado en todas las etapas de su historia. Las prácticas que en otros tiempos eran consideradas normales, hoy se consideran poco menos que una aberración. Por ejemplo, era permitido fumar en aviones o en los transportes públicos, sin ninguna oportunidad de reclamo por parte de quienes no lo hacían. Hasta solo unas décadas, los niños llevaban una resortera pegada al cuello para aniquilar todo aquello que se movía en los árboles. Hoy, estas prácticas depredadoras enhorabuena ya no se utilizan.

Arthur Schopenhauer afirmaba que “quien es cruel con los animales no puede ser buena persona”. Nos referimos concretamente al sufrimiento causado a los animales por parte de la explosión de cohetes, torpedos y castillos. Un estudio de la universidad noruega de Oslo señala que “los cohetes y fuegos artificiales son los principales causantes de terror, pánico y en muchas ocasiones la muerte de perros, aves y otros animales”.

Es inhumano que en fiestas supuestamente espirituales como la Navidad, se lo haga con el sacrificio de animales inocentes. Es común después de las celebraciones religiosas encontrar aves con tímpanos reventados, estrelladas y muertas en parques y calles de la ciudad. Son incontables también los casos de perros muertos al emprender la huida por efecto del pánico que son atropellados por conductores que no alcanzaron a frenar. También como efecto de estas explosiones, son muchísimos los animales que se extravían y ya no vuelven a sus hogares convirtiéndose en callejeros.

La actual “civilización”, liderada por un ser humano que se cree dueño de las otras criaturas de la creación, permite este tipo de crímenes contra seres indefensos. Sabias palabras de Gary Yourofsky cuando afirmaba que “si los animales tuvieran religión, el demonio tendría forma humana”.

Esperemos que en un futuro no lejano, recordemos estas aberraciones con vergüenza, como algo nefasto que el ser humano equivocadamente practicó en su ceguera de pensamiento y de espíritu y que nuestros hijos les cuenten a sus hijos que aquello quedó atrás, muy atrás en la historia de la humanidad. (O)

[email protected]