Diésel

Eduardo F. Naranjo C.

Los oscuros recovecos de los combustibles, diésel barato y contaminante, no producimos la cantidad que exige el “mercado” y gastamos muchos recursos en importar y vender casi a pérdida. Los consumidores son el transporte pesado y alguno que otro entusiasta por esos motores, que en Europa están vetados.

Lo opaco no está tanto en los anteriores sino en los que, siempre se enriquecieron del contrabando del diésel, los corsarios del puerto, dueños de generadoras de energía eléctrica a base de este combustible, en cuyo “consumo”, fuentes autorizadas detectaron una “pantalla” para obtener cuotas de abastecimiento barato y reexportarlo a Colombia u otros mercados, negocio cerrado y rentable a costa de todos.

Con la generación eléctrica que ahora dispone el país, estas termoeléctricas quedan fueran del mercado, sin embargo, las importaciones del combustible siguen altas y la práctica sigue con cupos fantasmas, que hasta se negocian en altamar, el ministerio del ramo debería terminar con este ilícito “negocio”. El robo de gasolina también tiene muchas formas: calidad, cantidad y sistemáticas perforaciones a ductos, que ocurren permanentemente.

Sorprendernos que ocurran estos fraudes, ya no cabe, puesto que estamos saturados de “financistas” mafiosos que viven del atraco a los recursos del Estado y certeramente aportan a campañas políticas, teniendo así en su bolsillo a los audaces que llegan a salvar al país de los otros.

Quizá en algún momento haya prensa que investigue estos eventos ciertos, no fabricados y se puedan enfocar en temas que pasan de agache y son parte de la corrupción endémica que tenemos en nuestra sociedad, que nos lastra para salir adelante y lograr una mejor redistribución de la riqueza, que por hoy solo ocurre entre las mafias políticas y sus testaferros.

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